domingo, 5 de febrero de 2017

Mi niña de ojos azules

Mi niña de ojos azules, de sonrisa grande, de palabra tierna. Mi niña de ojos azules, de mirada profunda, de mente inquieta. Mi niña de ojos azules, de lágrima libre, de  alma buena...

Quisiera escribirte hoy, ahora que aún me comprendes. Que seas siempre libre, que seas auténtica, más que diferente. Que vueles alto, que es mejor estar en las nubes que caminar con el cielo, sobre tus hombros pesando.

Quisiera decirte hoy, ahora que aún me escuchas. Que no dejes de buscar hadas y que la vida merece la pena vivirla, que no todo es lucha.

Quisiera decirte hoy, ahora que aún me entiendes. Que mires las estrellas, que respires despacio y que la vida consiste más en estar que en tener. Que el verdadero regalo es, la persona que entrega el paquete.

Quisiera que recuerdes, que lo bonito de soplar velas, es la gente que te canta mientras lo haces.

Quisiera que cada noche, cuando te acuestes, pienses en si quieres ser manta raya o cucaracha.

Mi niña de ojos azules. Tú qué me entiendes cuando hablo de almas tú qué me entiendes cuando hablo de amor. 

Mi niña de ojos azules, ser guapa siempre es menos que ser valiente.

Mi niña de ojos azules, sé libre para bailar, para leer, para reírte y vestir y hacer volar tu falda.

Mi niña de ojos azules, las personas felices se manchan.

Mi niña de ojos azules, ahora que aún me entiendes solo una cosa más: sigue siempre el camino de aquello que sientes.

miércoles, 1 de febrero de 2017

Brisa, explotar, morir.

Camino despacio por el acantilado. Aquí me casé hace diez años con Él. Yo tenía 15 Él 32 y me amó cómo se ama a quien has buscado siempre. Tenía los labios finos,  la boca amplia, la barbilla cuadrada y el pelo castaño. Yo era rubia muy rubia casi blanco mi pelo cuando lo vi por primera vez, yo vestía de azul.

Me folló en cada polvo cómo si fuese el último, explotando dentro de mí, dándome su energía sabiendome más Suya que mía.

Y me lo quitaron una noche, Él se fue con la guerra, con el fuego, con las enemistades. Su muerte nunca mereció la pena.

Ya no exploté más, ya no volví a sentir la brisa entre los mechones rubios de mi pelo liso. Ya no volví a sentirme de mi tierra, de las islas que él defendía y por las que murió.

Ahora camino aquí en el acantilado, la brisa es viento, el mar de bravura y el precipicio no me detiene. Un paso más y me abalanzo al vacío, caigo. Voy a morir.

Mi amor, te encontraré allí donde vayamos.